Paul Moskowitz, jefe del Laboratorio Nacional de Brookhaven confiesa que estaría encantado de que los científicos que asesoran a su grupo de lucha antiterrorista entraran un día en su despacho y anunciaran que han dado con algo la mitad de bueno que la nariz de un perro. «Es un instrumento perfecto», declara. Un perro adiestrado es capaz de detectar con toda facilidad el menor rastro de una sustancia química específica, a veces a muchos metros de distancia, aunque su olor esté enmascarado por otros aromas penetrantes. Con todas las innovaciones tecnológicas del siglo XX, «aún no tenemos nada comparable al delicado olfato de un perro», asegura Moskowitz.
Tomado de National Geographic, 23 de noviembre de 2003